História de un recolector

Texto de Adrià Goula para la sección "Casa y Persona" del Blog "Los Vacios Urbanos" de Clara Nubiola

Desde pequeño me ha encantado recoger cosas y guardarlas. Cualquier cosa que encontrase por la calle o por el monte y me gustase por un motivo u otro: un tornillo, un trozo de cristal, un escarabajo seco, una pluma, una rama con formas raras... acababa expuesta en algún sitio de mi habitación. Incluso había ideado un sistema de recolecta de tornillos y arandelas metálicas desde el coche: cuando mi padre nos llevaba al colegio, en los semáforos bajaba la ventanilla y sacaba un imán atado a un hilo que dejaba caer entre los adoquines para recoger los objetos metálicos que allí se encontraban.

En casa me llamaban "drapaire". Recuerdo que tenia un cajón donde acumulaba algunas estas cosas pensando que algún día las podría utilizar para algo. Era el "cajón desastre", un "cajón de sastre" evolucionado hacia el desorden incontrolado. Todas las estanterías estaban también llenas de cosas: colecciones de piedras, de huesos, de chapas, de cosas del mar, de llaveros, de latas, de botellas... Todo abarrotado porque me era imposible descartar alguno de aquellos preciosos objetos.

Cuando me fui a vivir por mi cuenta la cosa empeoró: muebles, espejos, cajas, piedras más grandes, anuncios, máquinas antiguas... la casa parecía en partes a un trastero.

Empecé a hacer fotos para poder acumular cosas sin ocupar más espacio. Me fijaba en lo mismo, pero en vez de llevármelo a casa, lo fotografiaba: muros, objetos, trazas, animales chafados, estructuras abandonadas... Me fascina la información que pueden contener las cosas y me dolía dejarlas olvidadas, no poder acumularlas en una especie de arca de Noé de los desechos. Ahora las tengo almacenadas en mi disco duro, que no ocupa tanto, y donde pueden estar ordenadas y clasificadas. Y de vez en cuando saco de ahí una colección de fotografías para hacer alguna exposición.

Hay fotógrafos cazadores, que van con su cámara disparando a lo que se mueve. Hay fotógrafos pescadores, que esperan a que alguien pique. Yo me considero un fotógrafo recolector.

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